

“El deporte me permitió entrenar todos los valores que me enseñaron en casa”
Hay al menos cuatro inteligencias que hoy conviven en Juan Bautista Segonds y están muy marcadas en su historia pública de vida: la lingüística verbal, la interpersonal, la intrapersonal y la kinestésica corporal.
El conferencista argentino, emprendedor, coach holístico, especialista en trabajo en equipo y exjugador profesional de rugby, fundó en 2009 la ONG Rugby Sin Fronteras, no solo para impulsar este deporte sino para promover, según cuenta, valores “que aporten a la construcción de la paz a través de acciones de concientización, capacitación y armado de eventos de alto impacto que toman del rugby su esencia más humana”.
Lo concretó después de un partido que organizó en las Islas Malvinas a favor de la unión y la paz entre isleños, argentinos e ingleses, junto a excombatientes de ambos países. Y asegura que mucho de lo que ha logrado tanto en su vida profesional como personal se lo debe a haber sido rugbier desde los ocho años, aunque cree que ahí no llegó porque sus padres vieron alguna habilidad especial en él.

“Yo era bastante torpe de chico, pero después me fue formando el deporte. Creo que a los ocho años lo que los padres buscan es que los chicos puedan integrarse y divertirse, y eso es lo que querían que yo hiciera en ese momento”.
“El rugby tiene lugar para todos, esa es una de sus particularidades. Puede jugar el gordo, el flaco, el alto, el bajito, el lento y el rápido. Y la verdad es que yo era bastante torpe de chico, pero después me fue formando el deporte. Creo que a los ocho años lo que los padres buscan es que los chicos puedan integrarse y divertirse, y eso es lo que querían que yo hiciera en ese momento”, rememora.
A partir de esa experiencia sus convicciones se afianzaron: “El deporte me permitió entrenar todos los valores que me enseñaron mi papá y mi mamá en casa”. Por eso cree que el rugby “es una gran reserva moral de la sociedad”.
“Cuando llegas a la cancha, lo primero que te enseñan es el respeto hacia las normas de juego, hacia el contrincante y hacia el árbitro. Aquí no se puede discutir ningún fallo con el árbitro, y si llegas a insultarlo, como muchas veces hemos visto en el fútbol, te pueden suspender por 99 años. Entonces yo sabía lo que era el respeto, la tolerancia, el autocontrol, pero el rugby me permitió entrenar todo eso”, cuenta Bautista.
“Loco por la paz”
Ese deporte también le abrió las puertas del mundo. En 2011, su fundación lo llevó a Sudáfrica junto a una delegación de 26 integrantes para jugar un partido en tributo a Nelson Mandela. Un año más tarde, en Jerusalén, organizaron un encuentro por la paz entre israelíes y palestinos, en el marco del conflicto bélico. Ahí lo apodaron “Loco por la paz”, una etiqueta con la que orgullosamente suele presentarse en sus conferencias. Después, el Papa Benedicto XVI lo recibió en Roma y el apodo cambió un poco: lo nombró “Mensajero de la paz”. En esa oportunidad, Bautista le entregó una camiseta del partido que jugaron en plena Franja de Gaza.

“No tengo estudios universitarios ni hablo idiomas, solamente hablo español. Por eso cuando digo que el rugby me abrió las puertas del mundo es algo literal”.
“No tengo estudios universitarios ni hablo idiomas, solamente hablo español. Por eso cuando digo que el rugby me abrió las puertas del mundo es algo literal. Creo que no habría logrado ni la mitad de las cosas que logré gracias a este deporte. Fue mi gran plataforma y la herramienta que aproveché para abrirme camino”, señala.
En 2016, Argentina finalmente logró entrar al Olimpo del tenis. El país ganó la Copa Davis y Bautista fue el coach holístico de la selección. Esa, entre otras experiencias dentro del deporte nacional y también en el mundo corporativo, lo llevaron a escribir el libro “Cómo transformar un grupo en un equipo”. También le dio impulso a su charla TEDx, que hoy supera las seis millones de visualizaciones en YouTube, donde analiza a la sociedad y enciende algunas alarmas sobre el comportamiento de las personas y el estado de ánimo con el que enfrentan la vida.
¿Se imaginó alguna vez que terminaría haciendo conferencias e impactando la vida de millones de personas? Nunca, confiesa. Pero dice que está feliz con la manera en la que su vida evolucionó y con la forma en que aprovecha sus capacidades para el bienestar colectivo.

“Mi propósito en la vida lo descubrí no hace mucho: ayudar a las personas a que puedan iluminar su vida, que la resignifiquen y que entiendan la importancia de vivir sabiendo que hay que dejar un legado que nos trascienda”.
“Mi propósito en la vida lo descubrí no hace mucho: ayudar a las personas a que puedan iluminar su vida, que la resignifiquen y que entiendan la importancia de vivir sabiendo que hay que dejar un legado que nos trascienda”, sostiene.

“Creo que las configuraciones humanas, la vida, lo que somos y llegaremos a ser, se basan en un proceso evolutivo, donde tiene que existir un propósito que puede llegar temprano o a muy avanzada edad, pero es algo que finalmente llega”.
Profesionalmente, lo que más le importa es contribuir a dejar las cosas “mejor de lo que las encontramos en este planeta”, pero aclara que no es lo mismo que pensaba hace diez años: “Por eso creo que las configuraciones humanas, la vida, lo que somos y llegaremos a ser, se basan en un proceso evolutivo, donde tiene que existir un propósito que puede llegar temprano o a muy avanzada edad, pero es algo que finalmente llega”.