

“La curiosidad es probablemente la chispa de la invención”
Antes de cumplir los 10 años, Alex Cabrera supo que, de grande, quería dedicarse a crear cosas e innovar. La tecnología, la curiosidad y las constantes ganas de aprender cosas nuevas lo guiaron y ayudaron a recorrer su camino profesional y lo llevaron a convertirse en emprendedor y fundador de empresas con base tecnológica.
Hoy es el CEO de Prevsis, un emprendimiento con sello chileno que desarrolla y exporta conocimiento y soluciones tecnológicas avanzadas con Inteligencia Artificial para que las empresas de América Latina mejoren y optimicen su evaluación continua de riesgos laborales y ambientales.
Cabrera se formó en el KTH Royal Institute of Technology, en Estocolmo, Suecia, donde vivió durante 15 años y donde también ejerció como director de la Escuela de Ingeniería y ocupó cargos de cooperación internacional. En ese país tuvo la oportunidad de participar de la creación de Venture Cup, el concurso de planes de negocios y de emprendimiento más grande de Suecia, que ha impulsado a startups de clase mundial.

“Estaba construyendo junto a muchos colegas estudiantes universitarios lo que iba a ser el concurso que me llevaría a formar mi propia empresa con mis amigos, y que este trampolín nos llevaría a salir segundos en el concurso de plan de negocios de Harvard Business School y terceros en el concurso del Massachusetts Institute of Technology el mismo año”.
“En ese entonces no me daba cuenta de que estaba construyendo junto a muchos colegas estudiantes universitarios lo que iba a ser el concurso que me llevaría a formar mi propia empresa con mis amigos, y que este trampolín nos llevaría a salir segundos en el concurso de plan de negocios de Harvard Business School y terceros en el concurso del Massachusetts Institute of Technology el mismo año”, reflexiona.
Esa primera empresa fue Appear Network Systems, y le abrió las puertas a muchas oportunidades, una patente y numerosos premios de innovación. Con ella pudo impulsar uno de los proyectos que, en su momento, fue considerado entre los más grandes en el mundo de tecnología para la fuerza laboral, con Ferrocarriles Holandeses.
Pero llegar a ese punto no fue casual. Cabrera se recuerda a sí mismo como un niño curioso que una vez intentó construir una máquina para lustrar zapatos, porque cada mañana antes de ir al colegio, en su casa perdían mucho tiempo tratando de que los suyos y los de sus cuatro hermanos quedaran impecables.

A los ocho años, “estaba en un terreno medianamente desolado, seco y con mucho polvo en el norte grande. En ese momento me di cuenta de que me encantaría trabajar desarrollando tecnología”.
Más tarde, su interés se volcó a la oportunidad de ver y usar un computador, de esos que tenían una pantalla negra y textos verdes. Se obsesionó con comprender qué había detrás. Pero fue a los ocho años cuando realmente entendió lo que quería hacer el resto de su vida. “Hasta el día de hoy lo recuerdo. Estaba en un terreno medianamente desolado, seco y con mucho polvo en el norte grande. En ese momento me di cuenta de que me encantaría trabajar desarrollando tecnología”, rememora.
Efectivamente, la tecnología ha acompañado cada una de sus elecciones hasta el día de hoy. Y todas han estado marcadas por una convicción: “La curiosidad es probablemente la chispa de la invención y la determinación, el motor de la creación de productos”.
Adversidad, educación e independencia
El trabajo en la industria de la tecnología está lleno de obstáculos y Cabrera lo sabe bien. Pero dice que, si algo ha jugado a su favor, fueron las lecciones que aprendió de niño y un episodio familiar que, si lo mira en retrospectiva, entiende que sin duda le ayudó a forjar carácter: su madre murió de cáncer cuando él y sus hermanos eran apenas unos niños.

“Una de las vivencias que más marcó nuestro futuro fue el presenciar en primer plano un capítulo largo de lucha contra una enfermedad tan impredecible y con esto, los aprendizajes de esfuerzo, paciencia y, por sobre todo, de resiliencia absoluta ante cualquier complejidad que se presente”.
“Una de las vivencias que más marcó nuestro futuro fue justamente el presenciar en primer plano un capítulo largo de lucha contra una enfermedad tan impredecible y con esto, los aprendizajes de esfuerzo, paciencia y, por sobre todo, de resiliencia absoluta ante cualquier complejidad que se presente. Esto fue forjando en mí una forma de relacionarme con la adversidad”, cuenta.
Cómo su padre tuvo que sacar adelante a la familia y criar solo a cinco niños fue otro de los episodios que dejó una huella en él: “Se esforzó para lograr enviarnos a un colegio lejos, en otra ciudad, con una estructura y rigor importantes, y donde se nos brindaría uno de los más valiosos regalos: la educación de base, la preparación para una autosuficiencia con una carrera técnico-profesional y, en especial, el idioma inglés, que más adelante pasaría a ser la piedra angular en mi educación y vida profesional”.
Siempre supo que los idiomas serían la llave de su futuro, más si quería dedicarse a trabajar en tecnología. En Suecia se habla inglés, pero no es la lengua materna, así que para poder vivir en ese país le tocó aprender sueco. Su meta no solo fue dominar el idioma, sino hablarlo como un nativo.
“Eso fue muy gracioso desde el inicio. Comencé a hablar sin saber lo que decía; me parecía maravilloso escuchar algo como un nuevo tipo de canción, una modalidad cantada con una amabilidad en el tono. Prendía la televisión y repetía, escuchaba a una persona en la calle y repetía, algo que probablemente se veía raro, pero para mí era un curso universal y gratuito de aprendizaje, entonces veía a todas las personas en la calle, en el metro, en el almacén, como si fueran mis maestros”, cuenta sobre su experiencia aprendiendo un tercer idioma que, con el tiempo, le entregó muchas herramientas “de consenso, de ser concreto en las respuestas y de estructura sobre la resolución de problemas”.
Eso, entre otras cosas, es clave para el rubro en el que se mueve y en el que sigue proyectándose al futuro.